Publicado: Noviembre 14, 2025
En el Día Mundial de la Diabetes, la Dra. Julissa Angulo Barranca, endocrinóloga de la Clínica Anglo Americana, enfatiza que la detección temprana puede cambiar el pronóstico infantil.
La diabetes tipo 1 es una enfermedad autoinmune que suele aparecer en la infancia y adolescencia (con mayor frecuencia entre los 5 y 14 años), y cuyo diagnóstico oportuno resulta decisivo para evitar complicaciones graves. A diferencia de la diabetes tipo 2, su origen no está asociado al estilo de vida, sino a un proceso inmunológico en el que el propio cuerpo destruye las células beta del páncreas encargadas de producir insulina.
La Drea. Julissa Angulo Barranca, endocrinóloga pediátrica de la Clínica Anglo Americana, explica que los primeros signos pueden confundirse con cuadros virales o cambios conductuales. "La mayoría de los padres no sospecha que su hijo tiene diabetes tipo 1 hasta que llega a emergencia. Por eso es clave reconocer los síntomas tempranos", sostiene. Entre ellos destacan las "4 P": poliuria (orinar con mucha frecuencia, incluso en la noche), polidipsia (sed intensa), polifagia (aumento del apetito) y pérdida de peso sin causa aparente. En muchos casos, los niños también pueden lucir cansados, irritables o con bajo rendimiento escolar.
Lo que pocos conocen es que el ataque autoinmune puede comenzar dos o tres años antes del debut clínico. Este periodo, denominado pródromo inmunológico, representa una ventana de intervención en la que los análisis de anticuerpos pueden detectar la enfermedad antes de que aparezcan los síntomas. "Hoy sabemos que existen marcadores inmunológicos que pueden identificar a los niños con riesgo aumentado. Si se les hace seguimiento, se pueden prevenir cuadros severos como la cetoacidosis diabética", explica la Dra. Julissa Angulo.
La especialista recomienda prestar especial atención a los niños con antecedentes familiares de diabetes tipo 1 o con otras enfermedades autoinmunes, como celiaquía o hipotiroidismo autoinmune, pues ellos presentan mayor predisposición. En estos casos, realizar controles periódicos y educar a los cuidadores puede hacer una diferencia significativa.
El reto del diagnóstico y el acceso al tratamiento
En el Perú, uno de los mayores desafíos sigue siendo el reconocimiento temprano de los síntomas. Muchos menores llegan a los hospitales en estado crítico, cuando la enfermedad ya ha generado una descompensación severa. "A veces los padres acuden al pediatra, pero no siempre se sospecha de diabetes tipo 1 en la primera evaluación. Se requiere sensibilizar al personal de salud y a los colegios para que detecten las señales de alerta", precisa Julissa Angulo.
El diagnóstico temprano permite no solo estabilizar al paciente, sino también iniciar un manejo integral que combina alimentación, educación y tecnología. En los últimos años, los avances han sido notables: los monitores continuos de glucosa (CGM) y las bombas de insulina inteligentes han transformado la forma en que los niños viven con la enfermedad. Estos dispositivos miden la glucosa cada cinco minutos y administran microdosis de insulina, funcionando prácticamente como un "páncreas externo".
"Con esta tecnología, los niños pueden llevar una vida más activa y los padres tienen mayor tranquilidad. Ya no es necesario pincharse el dedo tantas veces al día", comenta la endocrinóloga. Sin embargo, advierte que en el Perú el acceso aún es limitado y depende en gran parte de los recursos de cada familia. "En otros países, como Estados Unidos o España, los seguros cubren estos dispositivos y forman parte del tratamiento estándar. Aquí todavía tenemos un largo camino por recorrer".
Educación y conciencia para salvar vidas
Más allá del tratamiento, la especialista insiste en que la concientización y la educación son pilares para mejorar el pronóstico de los niños con diabetes tipo 1. Los colegios cumplen un papel fundamental, ya que los maestros son quienes muchas veces notan los primeros cambios en el comportamiento o en los hábitos del niño. "Cuando un profesor ve que un alumno pide agua constantemente o se levanta al baño con frecuencia, debería considerarlo una señal de alerta", subraya la Dra. Julissa Angulo.
La endocrinóloga recuerda que un diagnóstico oportuno cambia por completo el futuro del paciente. "Detectar la enfermedad a tiempo significa evitar emergencias, hospitalizaciones y secuelas. Pero, sobre todo, permite que el niño crezca sano, con una vida plena y sin miedo", concluye.
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